La Migliore Offerta

Yo fui “italofílica” porque mi observación me llevó a pensar que Dios diseñó Italia -con esa forma de botita high fashion- y la señaló para que ahí se hiciera arte: Los semidioses del renacimiento Miguel Ángel, Rafael, Donatello y Leonardo, por si no hubieran hecho suficiente, hasta a las tortugas ninja dieron nombre. Las 4 estaciones de Vivaldi siguen siendo la música más representativa del barroco y se siguen escuchando hasta en los elevadores de los centros comerciales. Todos los estudiantes leen El Decamerón de Bocaccio y La Divina Comedia de Alighieri sin dejos de sufrimiento. Cualquiera coexiste con La Mona Lisa (1) o La Creación de Adán(2) y sin ir al Louvre ni a La Capilla Sixtina sino hasta en imanes de refrigerador. Las óperas de Rossini, las de Verdi y las de Puccini, las chiflamos y tarareamos como si fueran La cucaracha aunque sin reparar ni en El Barbero de Sevilla(3), ni en Don Juan(4) ni en Turandot. Pero antes de ahondar más en lo primoroso que es el arte, quiero justificar que fui “italofílica” porque la historia ha demostrado que los italianos convierten en primor hasta la ropa, el café y los automóviles, no gratuitamente han impuesto moda Gucci, Prada, Ferragamo, Armani, Versace, Cavalli, Dolce e Gabanna. De Italia salió el grandioso café Illy, los autos FIAT, los Ferrari, ¡los Lamborghini! O sea, el triángulo de perfección de la creación italiana, aplica la regla de “las tres bes”: bueno, bonito y bestialmente caro. Aunque indudablemente el producto final lo valga.

Hace algunos años, en el intento de renunciar a mi naturaleza obsesivo-compulsiva, vendí mi FIAT y cambié a la medianía del café vietnamita que venden en Starbucks. Pero hoy, culpo a Giuseppe Tornatore de mi recaída en la “italofilia”

Aunque Giuseppe Tornatore no es el cineasta más prolífico, todo cinéfilo recuerda Nuovo Cinema Paradiso, y esa, Malena y Baaria, son películas que suelen estar en sus –nuestras- colecciones.

Por otro lado pero en perfecta encrucijada, el maestro Ennio Morricone es a Giuseppe Tornatore lo que Danny Elfman a Tim Burton o John Williams a George Lucas: el héroe que logra llevarte de la ansiedad a las lágrimas y del llanto a la euforia en un sutil cambio de acorde.

En La Migliore Offerta(5), sin recurrir a los argumentos comerciales de “chica conoce chico, se enamoran, sufren, se separan y vuelven para siempre”, o de “chico con súper poderes salva a los Estados Unidos de extraterrestres terroristas”, el dream team Tornatore-Morricone vuelve a hacer de las suyas con un argumento un poco menos atractivo: “viejo curador/subastador/millonario es contratado por joven mujer agorafóbica para que valúe la colección de arte que le heredó su padre”. Es una historia de 131 minutos inundados de extravagancia, intriga, excentricidad, crimen, misterio, incomodidad, amor, drama y una clase magistral de historia del arte; es una obra con un diseño de producción espectacular y, sorprendentemente, es un poema donde el galán es Geoffrey Rush. Es una película que me recordó la reflexión de que Dios diseñó Italia -con esa forma de botita high fashion- y la señaló para que ahí se hiciera arte.

Idalia Damián Azcoitia

(1) La Gioconda

(2) Creazione di Adamo

(3) Il Barbiere di Siviglia

(4) Don Giovanni

(5) Al mejor postor